Cuando un pastor duda de su llamado y quiere dejar el ministerio. ¿Cómo reconocer que Dios le llamó y cuáles son las evidencias que lo confirman?
En el libro «¿Soy llamado?» de Dave Harvey, se relata una correspondencia entre Thomas Scott, de la iglesia anglicana, y el reverendo John Newton. Scott buscaba obtener consejos sobre asuntos espirituales de Newton, aunque en realidad su intención era tenderle una trampa debido a que no creía en el evangelio. Sin embargo, para sorpresa de Scott, las respuestas de Newton estuvieron llenas de verdades bíblicas y un fuerte énfasis en el evangelio, lo que llevó a Scott a sentir convicción de pecado y a tener un auténtico llamado al ministerio pastoral. Scott relata,
«Newton rehuía en lo posible todo lo polémico, y llenaba sus cartas con las instrucciones más útiles y menos ofensivas: salvo que de vez en cuando dejaba caer insinuaciones sobre la necesidad, la verdadera naturaleza y la eficacia de la fe, y sobre la manera de buscarla y obtenerla; y sobre algunos otros asuntos, adecuados, según él juzgaba, para ayudarme a avanzar en mi indagación de la verdad»[1].
Este es solo un ejemplo de lo que ocurre cuando Dios comienza a hacer una obra de gracia el corazón de un hombre a quien llama al ministerio. El evangelio y el poder de la Palabra de Dios es lo primero. Sin embargo, no siempre las cosas son lo que parecen. ¿Qué ocurre con ese hombre que está en el ministerio porque el pastor anterior falleció de edad avanzada y no había preparado a nadie y él tuvo que tomar su lugar? ¿Qué de aquellos que llevan cargas tan pesadas y complejas en el ministerio que les lleva a dudar de que han tenido un llamado verdadero? Sumado a esto y cosas similares, hoy emerge una corriente teológica en algunos lugares que sostiene que el llamado pastoral en realidad no existe. Sin embargo, antes de entender el llamado bíblicamente, descartemos algunas cosas que ayudarán a clarificar el concepto.
SEÑALES PREOCUPANTES
Motivaciones erróneas
Son muchos los hombres que entran al ministerio por motivaciones erróneas, hombres aferrados a su labor más que al Salvador. Sus actividades se han transformado en la razón de su ministerio y por lo tanto, mientras están ocupados aquí y allá consideran que están cumpliendo con un llamado que han tenido. El apóstol Pablo habló de estas personas cuando dijo que «aquellos proclaman a Cristo por ambición personal» (Fil. 1:17). Se pueden hacer cosas espirituales sin tener un corazón espiritual.
Iglesias desconectadas del proceso
Muchas iglesias no forman parte del proceso de formación y establecimiento de pastores. Existe una desconexión alarmante porque los creyentes miembros simplemente no están involucrados en observar, animar y reconocer los dones de futuros pastores. Tienen la misma Biblia que aquellos que la usan desde el púlpito pero no la aplican en este aspecto necesario. Puede que esto lleve a que una persona de entre la membresía tome la responsabilidad ministerial sin entender lo que implica y sin tener una orientación desde la misma congregación. ¿Quién confirmará los dones de alguien a quien el Señor está llamando al ministerio? Cuando Pablo llevó a Timoteo a la obra y comenzó a ser su mentor, fue en parte porque cuando ser referían a él «hablaban elogiosamente los hermanos que estaban en Listra y en Iconio» (Hch. 16:2).
Las listas en las epístolas pastorales son excluyentes no especulativas. Si no existe la disposición a velar por estas cosas, es más que probable que nos encontremos con muchos falsos llamados.
Un descuido de la piedad
Muchos hombres entran al ministerio con una carencia de piedad. Me refiero a que las marcas de un carácter piadoso como lo enseña 1 Timoteo 3 y Tito 1 acerca del anciano son deficientes o están ausentes. Pero porque estas personas tienen un poco más de evidencia que otros, automáticamente creen que están señalados para ejercer el ministerio. Es, en pocas palabras, como la frase que se le atribuye a Erasmo de Rotterdam, «en el país de los ciegos, el tuerto es rey». Las listas en las epístolas pastorales son excluyentes no especulativas. Si no existe la disposición a velar por estas cosas, es más que probable que nos encontremos con muchos falsos llamados.
Poco tiempo en la Palabra
Si bien es un contexto de falsos maestros, Jeremías 23 señala que hombres a quienes Dios no mandó coinciden con aquellos que no han estado atentos a la palabra de Dios. «¿Quién ha estado en el consejo del Señor, y vio y oyó su palabra?¿Quién ha prestado atención a su palabra y la ha escuchado? (Jer. 23:17). Estas son las preguntas que Dios hace y en su acusación a los falsos ministros que Él no envió dice «Yo no envié a esos profetas, pero ellos corrieron; no les hablé, mas ellos profetizaron». (23:21). E inmediatamente Dios dice lo que habría ocurrido de prestar atención a Su palabra «si ellos hubieran estado en mi consejo, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y les habrían hecho volver de su mal camino y de la maldad de sus obras». (23:22). Los hombres llamados al ministerio son, en primer lugar, hombres de la Palabra de Dios porque la proclamación de la verdad es la tarea primordial de todo pastor. Los sacerdotes el Antiguo Testamento eran hombres llamados para esto (Dt. 31:9-13). Esdras ejemplificó esta verdad también (Esd. 7:10), y Pablo exhortó a Timoteo a que predique la Palabra (2 Ti. 4:2). Hombres descuidados con la lectura, meditación y estudio de las Escrituras no tienen el aval bíblico para aseverar que han recibido un llamado ministerial porque Dios no se contradice a sí mismo.
DEFINIENDO Y DEFENDIENDO EL LLAMADO
Nada sino la Biblia misma es suficiente para resolver este y cualquier otro aspecto que tenga que ver con el ministerio pastoral. Cuando se habla de llamado pastoral existe la tendencia a pensar en términos del Antiguo Testamento donde encontramos relatos explícitos de llamados divinos a hombres particulares para tareas específicas. Abraham (Gn. 12:1); Moisés (Ex. 3:4); Samuel (1 Sa. 3:4); Isaías (Is. 6:8); Jeremías (Jer. 1:4), etc. No hay duda que estos son prototipos que naturalmente relacionamos al llamado pastoral, pero el Nuevo Testamento no señala este tipo de eventos como características de un llamado ministerial. Sin embargo, hay textos que tanto implícita y explícitamente lo dan a entender.
Todo hombre que Dios pone en el ministerio está allí porque posee una aspiración interna y una actitud externa apuntando a dedicarse a esta labor.
Señales de la Escritura
Pablo, hace dos preguntas consecutivas en Romanos 10:14-15, «¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?» El apóstol relaciona directamente la predicación con el hecho de ser enviado, no es posible eliminar de la ecuación la implicancia de un llamado porque alguien que es enviado es llamado primeramente para indicarle su responsabilidad. De la misma manera, el Señor Jesús dijo, «rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt. 9:38) lo cual requiere que Dios llame a aquellos que serán enviados en respuesta a esa oración.
Asimismo, 1 Timoteo 3:1 es más que suficiente evidencia de que Dios está señalando a una persona para el ministerio a través de una aspiración (ὀρέγω) y de un deseo (ἐπιθυμέω) por parte del prospectivo anciano. Todo hombre que Dios pone en el ministerio está allí porque posee una aspiración interna y una actitud externa apuntando a dedicarse a esta labor. Se podrá discutir si es un asunto de semántica hablar de llamado porque la palabra como tal no está explícitamente señalada en el Nuevo Testamento, pero eso no elimina la certeza bíblica de que lo que sigue en una persona que cuadra dentro de 1 Timoteo 3:1 será ver en su vida las cualidades de 1 Timoteo 3:2-7. Esto es excluyente y no es negociable, una cosas es consecuencia de otra aunque requiera de la vida consciente de santificación personal de ese hombre que aspira y desea la tarea pastoral.
Por otro lado, el pastor John MacArthur dice, «La mayoría de las veces, el llamado es menos luces brillantes y sentimientos de hormigueo que años de discipulado, entrenamiento y examen por parte de la iglesia local. Estos años hablarán más de tu llamado que una sensación visceral de hormigueo»[1]. Esta es una apreciación relevante porque también tiene su apoyo en paradigmas bíblicos como lo es el mismo caso de Timoteo quien atravesó años de entrenamiento con Pablo antes de ser dejado en Éfeso como pastor. Una vez más, MacArthur dice, «los futuros pastores deben querer ser pastores. Deben estar motivados. Deben ser apasionados. Pero esta pasión y ambición, aunque real e innegable, es sólo la cuota de entrada, por así decirlo, en el proceso. No debe equipararse a una auténtica llamada al ministerio»[2].
Conclusión
Todo pastor verdadero puede que desfallezca y dude en algunas oportunidades acerca de su llamado al ministerio, pero sin lugar a dudas esto tendrá que ver más con circunstancias personales que con la suposición de que la Biblia no tiene claridad sobre el asunto para evacuar esas dudas o inquietudes. Dios está interesado en Su iglesia y en su pastoreo. Jeremías 3:15 dice que Dios daría a su pueblo pastores según su corazón; y difícilmente Dios piense de manera distinta en cuanto a los pastores para Su iglesia. Dios no cambia. Su interés por Su iglesia es un interés desde el corazón divino. Y no es posible que Dios haga esto sin hacer un llamado interno particular a aquellos hombres que dedicarán su vida al cuidado de las iglesias locales y velarán por las almas de las ovejas de Cristo. Dios mismo oyó de Su Hijo, «He aquí he venido… para hacer, oh Dios, tu voluntad» (He. 10:7); implicando que el llamado divino como el gran Pastor de las ovejas había sido escuchado (He. 13:20). Si un hombre no puede unir los puntos bíblicos que, como señales en el camino, van marcando el rumbo de un llamado al ministerio; o si carece de las cualidades pastorales que están puntualmente indicadas en el Nuevo Testamento y que muestran que un hombre ha sido llamado, entonces será mejor que no asuma tal labor. No importa lo que otros le digan o lo que él mismo sienta, no puede asumir un ministerio como pastor de la grey. Que Dios sostenga y bendiga a cada hombre que ha sido puesto por Él en la labor pastoral y también proteja a Su iglesia de aquellos que no han sido enviados y no cumplen con los requisitos bíblicos para semejante tarea.
[1] John MacArthur, https://info.tms.edu/call-to-ministry (inglés)
[2] MacArthur, https://blog.tms.edu/thoughts-for-those-considering-the-call-to-ministry (inglés)
[1] Thomas Scott, The force of the Truth, (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1984), Epub edition.